lunes, 22 de septiembre de 2008

Aguante

Recientemente he podido darme cuenta que no soy el único, en vez de consolarme el mal de muchos, me entristece saber lo esquivo que es la verdadera felicidad que llega con la pareja, que la sensación sublime del enamoramiento muchos no la han vivido. Algunos me dicen que no existe, que más importante es la cumplicidad, la satisfacción de lo mediocre, otras me confiesan que nunca su corazón sintió tamaña dicha, que sus relaciones cortas o largas se basan en sentimientos menos profundos, más terrenales, incluso tristes vistos desde afuera.
Ahora veo que cambiaria, y tambien ellos, todo lo que tengo por sentirla, tenerla, por la seguridad de no querer o necesitar nada o nadie más, sabiendo que ya puedo morir habiendome entregado por completo, dejando mi cuerpo, razón y lo material por ella, sin otro fin más que por su felicidad de la cuál es producto la mía.
A los que han sido corrompidos por un mundo que ofrece relaciones superficiales y desechables, a los que se han rendido o a los que, como yo, adquirieron miedo, tras fallar en tan noble búsqueda, les digo que perseveren, que sufran su soledad para apreciar la compañia, que no se resignen a lo ordinario, que valoren la búsqueda y lo buscado, que lo que uno desea tanto se demora más que lo que uno espera, vale las penas del camino y todas las veces que nos hemos perdido, que nos desgasta, nos quiebra, cambia, pero también pule y prepara para ese encuentro, para el momento único en que mi vida encontrará propósito.