Ella me pide que le escriba, que la recuerde, que la haga saber que la extraño a distancia o que es importante para mí. En mi cabeza y corazón no es necesario, no porque no la quiera o no la extrañe, la nostalgia es continua, el recuerdo constante, y por lo tanto el sentimiento no aflora, pues la tengo siempre conmigo.
Empecé a quererla como amiga, una relación intensa y completa, con la inocencia y cobardía típicas de la adolescencia tardía de la cuál fui víctima (o simplemente producto). Sin embargo el tiempo, y la experiencia (lo que queda de nuestros intentos frustrados de éxito), me enseñaron a valorar lo hermoso en ella, también ahí fallé, me perdí y también a ella, la quise, me quiso, nos recuperamos, pero entonces fue su turno de perderme, quizás daño acumulado te deje cicatrices realmente, en mi caso el daño hacia ella fue grande, vergonzoso e imperdonable, el de ella solo daño.
Ahora la quiero, es mi vida, entre idas y venidas creo que ya nos acostumbramos a como somos, con vicios y virtudes y con la idea de seguir apoyándonos, queriéndonos y no confundiéndonos.
Alguna vez escuché la teoría de que todos tenemos 9 almas gemelas distribuidas por el mundo, cada una con determinados rasgos de nuestra personalidad y físico, nos las encontramos por la vida y algunas veces las retenemos porque obviamente nos sentimos cómodos con ellas.
Muy bien, eres mi alma gemela, quizás no la románticamente destinada a mi, pero la que está a mi lado cuándo necesito, la que consulto y a la que acudo cuando necesito ayuda, la que recuerdo y está en mis pensamientos diariamente y a la que dedico estas palabras.
Eres mi alma amada, mi lado confuso y distraído, mi saciedad e incongruencia, lo que en mi se extraña desde afuera y lo que una vez guardé en mi centro y salió por otro para no volver jamás.
No tengo palabras para ti, escritas o habladas, no me las pida, porque siempre estarás conmigo, eres parte mía, y no hablo tanto de mi mismo.