miércoles, 30 de julio de 2008

Ella me pide que le escriba...

Ella me pide que le escriba, que la recuerde, que la haga saber que la extraño a distancia o que es importante para mí. En mi cabeza y corazón no es necesario, no porque no la quiera o no la extrañe, la nostalgia es continua, el recuerdo constante, y por lo tanto el sentimiento no aflora, pues la tengo siempre conmigo.

Empecé a quererla como amiga, una relación intensa y completa, con la inocencia y cobardía típicas de la adolescencia tardía de la cuál fui víctima (o simplemente producto). Sin embargo el tiempo, y la experiencia (lo que queda de nuestros intentos frustrados de éxito), me enseñaron a valorar lo hermoso en ella, también ahí fallé, me perdí y también a ella, la quise, me quiso, nos recuperamos, pero entonces fue su turno de perderme, quizás daño acumulado te deje cicatrices realmente, en mi caso el daño hacia ella fue grande, vergonzoso e imperdonable, el de ella solo daño.

Ahora la quiero, es mi vida, entre idas y venidas creo que ya nos acostumbramos a como somos, con vicios y virtudes y con la idea de seguir apoyándonos, queriéndonos y no confundiéndonos.

Alguna vez escuché la teoría de que todos tenemos 9 almas gemelas distribuidas por el mundo, cada una con determinados rasgos de nuestra personalidad y físico, nos las encontramos por la vida y algunas veces las retenemos porque obviamente nos sentimos cómodos con ellas.

Muy bien, eres mi alma gemela, quizás no la románticamente destinada a mi, pero la que está a mi lado cuándo necesito, la que consulto y a la que acudo cuando necesito ayuda, la que recuerdo y está en mis pensamientos diariamente y a la que dedico estas palabras.

Eres mi alma amada, mi lado confuso y distraído, mi saciedad e incongruencia, lo que en mi se extraña desde afuera y lo que una vez guardé en mi centro y salió por otro para no volver jamás.

No tengo palabras para ti, escritas o habladas, no me las pida, porque siempre estarás conmigo, eres parte mía, y no hablo tanto de mi mismo.

Espero el beso...

Hace algunos días leía un extracto de biografía que me causó pena y familiaridad, ciertamente también alivio al descubrir que las experiencias se comparten para que podamos aprender de otros. Contaba el escritor que una sola vez pudo besar abrazado por la pasión, en el instante en que se juntan los amantes y sus corazones, libertad y entrega, amor, pasión y lujuria. Antes y después recordaba solamente momentos y besos lindos e igualmente fatuos, productos de la normal atracción entre parejas, empequeñecidos por aquél momento. Él perseguía esa sublime entrega y excitación máxima que se produce con el suave roce de cuatro labios, dos personas y un momento único y quizás irrepetible.

Yo siento lo mismo que el escritor, perseguía ese momento tan efímero como el recuerdo de este texto, la esperanza del encuentro de cuatro labios herméticos y perfectos hechos para encontrarse en se momento se desvanecía a cada nuevo encuentro de los míos con los incongruentes de tantas; mi boca me lo hacia saber.

En eso pensaba, tristemente, cuando abrí los ojos y la vi, la reconocí. Sentí que desde ese momento su imagen no dejaría mi retina. Sus movimientos cuál coreografía de ballet eran incorporados a mis sentidos, lentamente me enseñaban lo que logran músculos y tendones combinados con cinética. Sonrisa delicada, mirada decidida y la economía al hablar realzan la primera reacción química que hace tiempo esperaba. Me encanto, me ilusiono, me debato entre la seguridad de la contemplación a distancia y la inseguridad de la cercanía y un posible rechazo, desencanto y resignación. Me adelanto a mis pasos y ya contemplo efecto sin causa. Me acobardo, pero el destino es sabio o más cómodo pensar que algo me ayuda. No logro esquivar mi mirada y ella se mueve hacia mi, absorto en mis sueños la veo moviéndose POR mi.

Logro despertar y a distancia de conversación me lanzo con el ímpetu que solo tenemos los enamorados, esa arma de doble filo tan dañina como temeraria. Salen palabras, ella saca una mueca de sonrisa y yo otra de rubor; empate. Cambio de estrategia, un buen ataque es la mejor defensa- ¿O sería al revés?- estimulo la conversación, intento mantenerla falsamente espontánea e igualmente estimulante, al parecer empiezo a ganar por puntos, todo se desarrolla en forma fluida, me siento un ganador... hasta el primer gancho de derecha - Rodrigo ha sido muy entretenida la conversación, pero se hace tarde y debo irme-Disimulando mi pena intento demostrar fuerza y aplomo mientras el árbitro inicia el conteo. Intento agarrarme de las cuerdas, sacudo la cabeza y tambaleando junto rodillas para no caer nuevamente, le pregunto cuando volverá y ella indecisa contesta en una semana, suena la chicharra, se termina el primer asalto.

Sentado y analizándolo más fríamente creo que aunque a los ojos públicos salí derrotado en mi corazón aún tengo la fuerza del corazón de un luchador enamorado. Pienso en Adrien y escucho la canción de Rocky.... ta ta ta.... ta ta ta... ta ta ta... ta ta ta ta ta. Mientras una horrible mujer desfila por el ring con un cartel con el número dos pienso....- a recuperarse para el segundo asalto.

martes, 22 de julio de 2008

Mirageman

Aburrido le digo que lo suyo es un dolor pasajero, con un toque de antiinflamatorios y otro de paciencia se pasará.
- ¿Y esos antiinflamatorios no hacen nada con mis pastillas, doctor?
- No, tranquilo, no se preocupe.
- Doctor y pensar que antes andaba en la calle... me creía policía doctor.¿ Puedes creer?
- En realidad no Don José. Oiga y..¿Atrapaste algún maleante? - Digo en tono burlón.
- No doctor. Yo usaba otra táctica. Tomaba y fumaba con ellos para sacarles información.

El doctor a veces se ríe con su paciente.

domingo, 20 de julio de 2008

Invierno

Camino y pienso que eres de piel y yo de frío, nos llevamos bien por nuestra capacidad de entablar conversación, razón y pensamiento.

- ¡Preferiría un abrazo! – me dices.

- A mi me encantan los abrazos.

- Entonces porque no me das uno?

- A su tiempo. Mejores son cuándo salen espontáneamente.

La espontaneidad auto impuesta no es espontaneidad siquiera, es porfía, no dejarse caer en la “cursería” del afecto, del roce.

- Me cuesta entregarme hasta en las pequeñas cosas, como un abrazo, lo encuentro tonto, hasta me doy lástima.- le digo.

- Si te caché en la primera, sabes poner muy bien tus barreras.

Tiene sentido, ahora que lo pienso, también me doy cuenta que mi interlocutora es perceptiva, sagaz, rápida y muy humilde, casi al borde de la inseguridad, pero puedo estar equivocado.

- Hemos llegado, ojala te vea pronto, si tus estudios lo permiten.

Llega un olor dulce, proviene del abrazo, un ansiado momento de contacto; una caricia aceptada como corriente en cualquier relación que se establezca, me siento seguro, empero no me entrego.

Me despido, pienso en lo simple de todo eso y lo extraño.

Geisha

Miro una carita en medio de la multitud, me muevo con el serpenteo del carro del metro, ella con los latigazos de la cola. Quedo atrapado. Su mirada se cruza con la mía... una fracción de segundo basta para iniciar la reacción en cadena que lleva al rubor, pero soy orgulloso y resisto, ella aparentemente pierde interés, sus ojos abandonan los míos, la platea es indiferente a nuestra relación, hubiera preferido manifestaciones de apoyo... no pueden evitar apreciar esa belleza delicada, simple y diáfana; piel frágil, gestos impolutos, contexto imperfecto contrasta y acentua llevándola a perfección. ¿Cómo se gesta tal belleza?¿Qué genes fueron escogidos con tanta precisión?¿Quién le enseñó gestos como esos?

Bailando se dirige a la puerta y los que comprenden lo que tienen frente a sus ojos, prefieren no tocarla, no contaminar algo único, sublime.

Me deja cuál geisha, hizo lo suyo, deja su imagen en mi, su perfumen en el aire y la esperanza de verla en otro carro, otro día, y ojalá otra suerte.