jueves, 25 de junio de 2009

Grietas

Hoy es el día. Hoy sí. Hace semanas espero esta oportunidad.
El día anterior ya sentía la ansiedad, la espera... he aprendido a controlarla luego de tantos años, pero aun me sorprende a veces lo perfeccionable que somos... no lo logro en totalidad.
Despierto, camino unos pasos, esta época del año es cruel con mis huesos, pero la ocasión amerita la disciplina en cada paso, la motivación es enorme.
Ducha corta, más bien fría, enjabono y enjuago hasta donde mi flexibilidad pétrea me lo permite; aún no sé si enfocarme en los sitios importantes y olvidar lo superfluo o ir por el servicio completo... la vanidad y la desidia me tienen de un lado a otro.
Me seco con la misma prolijidad. Húmedo me acerco al lavamanos. Me miro al espejo, se cruza la mirada con la de mi versión mejorada. Siempre he intentado mostrar que mis ojos guardan lo mejor de mi... ahora empañados, vislumbran las grietas de mi piel, orgulloso las aprecio, las atesoro, recuerdo la fecha de aparición de la mayoría de ellas. Algunas por la razón, otras por la preocupación, pocas por pesar y ninguna por ira. Me enorgullece.
Lentamente, dadas las curvas e imperfecciones, se desliza la lámina y corta los pocos pelos que crecen donde supuestamente no deben...
El aroma es familiar, tanto común como heredado, mi amado padre me cultivó el hábito de la sensación ardiente tras afeitarse... malos y viejos hábitos... traen recuerdos... debe ser el olor..
Recuerdos de celebraciones, de encuentros, de la preparación para algo importante.
Estoy listo. Me siento renovado, hasta más joven. No, no tanto.
El traje listo, planchado, corbata y zapatos acordes.
Seguro de mi y de mis pasos avanzo. Un latido se escapa al ritmo de la marcha.
Me siento en mi asiento, el mismo de todos los días, meses y años. ¿Porque? Porque ya tiene mi forma. También se acostumbró a mi, tanto que no acepta nadie más. Los incomoda.
A veces pienso que soy un viejo sillón, de eses que se acostumbró a alguien, que tiene sus esquinas toscas, sus bordes arrugados, sus formas ya definidas, con áreas más duras y otras demasiado blandas, y que extraña a su ocupante si él no está. Mi vieja. Pero ese recuerdo lo renovaré otro día.
Hoy se acerca el desayuno, el pico de mi día, la mejor época del año.
Por la ventana veo que se acerca un auto, lento, como quién busca su mejor posición, puntualmente. Se estaciona, por la parte baja de las gradas veo pies y piernas que me ilusionan, so muchos.
Se abre la puerta. Cruza primero una pequeña, duda, desconfía. También lo hacía yo. Es hermosa. La visión más hermosa que tengo año a año. Regresa a mi lo sentido al ver mi amor de juventud. Es este mi amor de vejez.
Abre los brazos, también lo hago yo, corre... no alcanzo a levantarme, quizás sea mejor dada la altura. La aprieto, lo suficiente para no asustarla o incomodarla, no el suficiente tiempo para moldear este viejo sofá. La miro y aunque no trae grietas en la piel si la trae en sus ojos, en su iris, las mismas de su abuela.
Con ayuda me incorporo, dos abrazos de una sola vez.. me siento querido... una vez al año... suficiente. Este es distinto al año anterior, algo me incomoda... - No se preocupe papá, es solo su segundo nieto... o nieta...
La ansiedad es previsora... no bastara lo empañado de mis ojos, también se humedecen, noto la ausencia de algo... - Tome padre, acá tiene un pañuelo.
He terminado mi labor. Ya voy vieja.

Feliz día padre.

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